No hay mejor aliado que el arte cuando queremos hacer única una edificación. Dicho a la inversa, sin el arte, la arquitectura se hace seriada, repetitiva, impersonal, desapasionada, sosa… Como decía el físico Albert Einstein “La creatividad es inteligencia divirtiéndose” y precisamente esos dos adjetivos cuadran a la perfección en el contexto que hoy les queremos presentar.
La situación, una fachada de un edificio singular, nuevo, de terminación intachable que sin embargo se ve carente de toda pasión. MUHER encontró la solución en su propia expresión artística.
La respuesta estaba en uno de los elementos más emblemáticos de su discurso: la palmera. Así, se llega a esta fantástica escultura hecha en cobre y acero-corten material este último que crea una película impermeable al agua y al vapor de agua que impide que la oxidación del acero prosiga hacia el interior de la pieza. Esto se traduce en una acción protectora del óxido superficial frente a la corrosión atmosférica, con lo que no es necesario aplicar ningún otro tipo de protección al acero.
La obra, de unos siete metros de altura, arroja una panorámica fantástica del edificio ya que su formato se ha adaptado a la volumetría de la fachada, muy moderna y llamativa, pero mucho más pasional con la adición de esta expresión escultórica.